A esa edad, la imagen quedó grabada en mi mente.
Recuerdo cuanto tenía unos 14 o 15 años cuando en Internet empezó a circular las fotos de una persona que se había transplantado, con una pequeña cirugía estética, algunas partes del rostro de un perro. A esa edad, la imagen quedó grabada en mi mente y cuando la volví a ver, es obvio que tenía muchas dudas que responder.
Un bisturí extirpa las orejas y ojos, dejando la cabeza del animal con los músculos expuestos a la luz. Luego, con un serrucho cortan el hocico del animal. Un instante crudo, asemejado a una pesadilla.